Te quiero mucho, cari. Pero a veces necesito otras cosas también. Eres cariñoso, atento, me tratas como a una princesa, pero no tienes un pollón como este hombre.
No puedo conformarme con un medio hombre como tú.
Necesito sentirme mujer y tú no sabes cómo hacerlo.
Fíjate en esa hermosura, tan gorda y babeada.
No puedes reprocharme la necesitad biológica que tengo de menterme algo así en la boca, ¿verdad?
Sé que lo entiendes.
Sólo quiero saborear una polla así, sin prisas.
Mi amor, eres lo que el doctor Enrique Rojas llama un "hombre light". Eres el tipo de hombrecillo surgido en los últimos años en la sociedad occidental del bienestar. En definitiva, cielito, eres un "poco hombre", triste y trufado de inseguridades, vulnerable e hipersensible que ha perdido su referente masculino natural de dominación.
Este rol varonil que reclama mi adn femenino lo siguen conservando los machos alfa, alejados de los parámetros feministas, y que cumplen la función básica y natural de llenar el gran vacío existencial que muchas mujeres como yo sienten hoy en día en su vida sexual. Para confirmar esta teoría, yo con el síndrome premenstrual en pleno florecimiento en los vestuarios de un equipo de rugby después de un partido duro y antes de que los tíos se duchen...
Esto es lo que haría, en efecto. ¿Te enfadarías conmigo?
No. Por una razón muy sencilla.
Reconoces que tú no sabes ni puedes ponerme en mi lugar.
En el lugar donde me corresponde estar.
¿O vas a negarme disfrutar de unos cojones asi?
Claro que no...
Te encantaría verme de rodillas y a lamerlos agradecida
como una perra en celo.
¿A qué sí?
Cuando entreno en el gym durante horas y horas no es para gustarte a ti.
No te equivoques.
Eres un territorio ya conquistado y bastante árido por cierto.
Lo que anhelo con con cada gota de grasa que pierdo es
poder llamar la atención de un moreno atlético y bien dotado.
Un cuerpo de chocolate sudado, aceitoso y brillante.
Mira cómo se me cae la baba.
Tu voz aflautada es tan patética. Necisto a un hombre con la voz grave y profunda, que me diga que no soy más que una puta mientras procuro comerme todo lo que la oquedad de mi boca me permite.
Tu carita es tan de nene. Yo quiero un hombre de mandíbulo robusta, grandes y anchas. Un tío que te deje embarazada sólo al pronunciar tu nombre.
Así se te pone la cara cuando ves a un hombre varonil, que sabe lo que quiere, malote y que trata a las chicas despediadamente.
Un tío que mire su carísimo reloj de pulsera mientras conduce con una sola mano un deportivo de gran cilindrada. Joder, sí.
Hombres que llevan trajes medida, que jamás piden ningún favor. Sólo van y consiguen lo que se proponen. No como tú, que eres un llorica de mierda.
Es que me corro sin parar. Lo sé. Es lo normal.
Pero me siento un poco muñeca hinchable con un tío así.
Y me súper encanta.
Es esa seguridad la que me derrite. Un hombre que sea más alto que yo, que mi carita le llegue a la altura de sus pectorales donde refugiarme como una gatita indefensa...
Tú no tienes ni la potencia, ni la agresividad, ni ese carácter ganador que me hace temblar de vicio.
Quiero que me dejes saber lo que es un hombre de verdad.
¿Me lo permites?
¿Puedo ser una chica mala con otro tío?
¿Y qué harías si un macho así me desfonda mi dulce coñito
mejor de lo que tu lamentable genética te permite?
¿OHHH SÍ?
¿Te comerías lo que otro se ha follado antes?
Oh, cariñó. Me harías tan feliz.
¿Y no te importaría que estuviera todo rebosante del semen de otro hombre?
Ay, Dios. Sí, parece que es precisamente eso lo que te vuelve loco.
Oh, amor.
La tenía tan grande. Era enorme y me ha llenado entera de lefa espesa.
Joder, despacio, maricón que todavía lo tengo dolorido por todo lo que me han metido.
Menudo varón ese tío que tanto odias de tu oficina.
Al decirle que soy tu mujer, mira el pastelito que me ha dejado para ti.
Venga, cornudo.
Esto no se va a limpiar solito.
Buen chico.
¿A qué sabe? ¿A hombre de verdad?
¿Odias mucho a ese tío? Lo sé, por eso le he pedido que me folle hasta el fondo.
¿Te gusta su lefa?
¿Sí?
Ains. Es que te tengo que querer, cornudo mío.
Ay, ay, ese negrazo no paraba de eyacular. Una cascada de semen. Pasón.
Despacio, amorcito, no tan insistente. Tómate tu tiempo.
No quiero que dejes ni una sola gotita de lefa sin tragar.
Me gusta ser una puta con otro.
Y que luegos me limpies con tu patética lengua de perro cornudo.
Tu no eres tan hombre.
Por eso follar es trabajo de otros.
Y tú quedas ya sólo para limpiar el desastre.
Mira cómo me ha dejado hoy mi jefe por no llevar braguitas a la oficina.
Ay, Dios mío. ¿Cómo puedes humillarte tanto?
Y digo yo. ¿Si tanto de gusta el semen de otro?
¿Para cuándo vas a chupar una buena polla para mí?
Tranquilo, tranquilo. Esa lengua hambirenta... Que me voy a correr otra vez.
Me corro, sí, mierda, sobre tu boca de marica.
Anda, nene, toma. No te dejes nada.
Tu lugar lo conoces bien.
Igual que yo conozco el mío.
Cuanto más cornudo seas.
Más me ponen los chulazos.
Mmm, ese olor a testosterona descontrolada...
Esos cuerpazos de dioses...
Esa cara de tonta que se me pone cuando veo todo lo que me voy a comer.
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