Hay zonas erógenas femeninas que tú jamás podrías satisfacer. Esa tarea está reservada a vergas como estas.
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Muchos estudios científicos así lo demuestras, por lo tanto a las chicas bien informadas solo les queda arrodillarse ante una virilidad tan escasa y demandada. |

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Además del consabido punto G, que cualquier hombrezuelo como tú ha intentado estimular con los deditos, existen otros puntos más secretos reservados sólo para los hombres de verdad. Uno de ellos es el Punto U. Para poder estimularlo debidamente, hay que tener una polla bien gorda y repujada de venas. Así que tú no cuentas para ese cometido, amor.
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Es una zona muy delicada llamada uretra por donde las nenas hacemos pipí. Si tienes la suerte de que te penetre un pollón como este de aquí, sientes a ese hinchado y nervudo mástil presiándote y ensanchando esa zona para abrirse paso en tu interior. Te entran ganas de hacer pipí, oh sí, pero como la tiene tan gordísima, el maromo en cuestión te aprieta literalmente los meados hasta volverte loca. Cosa que tú, cornudo inútil, jamás le podrás hacer a ninguna mujer. Obviamente.
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Después hay otro punto erógeno lejos, lejos, muy lejos de tus posibilidades. |
Sólo una polla como esta puede estimular el punto A. Verás. Con este temita ya entramos ya en palabras mayores, ya que la estimulación del punto A conlleva a enloquecidos orgasmos chorreantes. |
O sea, que te corres viva. El punto A fue "descubierto" en los años 90 por el médico malayo Chua Chee Ann. Era un doctor superdotado no sólo en cuanto a su intelecto y, claro, logró sin muchos problemas que varias de sus pacientes se mojararn como perras en celo y orgasmasen a borbotones mientras les follaba a conciencia una zona de la vagina interna situada a unos 7,5 centímetros de la entrada de la misma, ya cerca de la vejiga y del útero.
7,5 cm es todo un mundo para ti, una zona inalcanzable. Tu pene apenas mide eso en su máximo esplendor. Venga, vamos a ser generosa. Digamos que te mide 12,5cm. De acuerdo. Eso es sólo la puntita del iceberg de lo que se necesita para colmar el punto A. Así que olvídate de dilatar, masajear y ensanchar esa zona debidamente. Eso es cosa de hombres de verdad con pollas de verdad.
Otro punto crucial que está a años luz de tus posibilidadeses el punto K. Hasta 1998 nadie había oído hablar del punto K. Fue descubierto por la sexóloga estadounidense Barbara Keesling después de que un negro la desfondara hasta el fondo como a una puta de polígono.
Esta zona ubicada al final de la vagina, cerca del cérvix o cuello del útero, es una de las más difíciles de alcanzar para un nene como tú, por eso se ha ganado con los años el sobrenombre de “el pasaje misterioso reservados a los muy machos”.  |
El punto K es una zona muy, muy sensible y que, por tanto tú puedes ni soñar con tocarla. Es el jardincito recóndito de las chicas. Las mujeres que han conseguido ser penetradas por un mandingo de dimensiones apropiadas y notado cómo le taladraban esa oquedad tan íntima, secreta y profunda, aseguran haber tenido algunos de los mejores orgasmos de su vida. |
La mejor forma de poder acceder a este esquivo lugar de la anatomía femenina es que un negro te folle sin piedad el suelo pélvico. Es el paraíso en la tierra, un sueño hecho realidad. Notar el poder vigoroso de la masculinidad más erecta e impetuosa follarte el alma.
Si eres especialmente afortunada y el negro que te está empotrando además es un follador experto, te martilleará rudamente un pequeño músculo que albergas en tu interior llamado "pubococcígeo" hasta que no te quede más remedio que abrirte de útero como una flor en primavera. Entonces su enorme polla negra, cincelada de dilatadas venas de ébano, te destrozará el punto K y llegarás a la constelación del delerio.
La mayoría de los maridos creen que tienen a su mujercita contenta y que llegan al orgasmo por estimular el punto G, descubierto supuestamente en la década de 1980 por el ginecólogo Ernst Gräfenberg, pero en realidad la ciencia no ha podido demostrar su existencia y, francamente, las esposas están ya hartas de fingir que se corren con sus maridos y lo que realmente necesitan son machos con la genética adecuada para hacerlas gozar de verdad.
El clítoris es accesible a todos, ya, y es lo que te queda a ti. Lamerlo después de que otro se folle a tu mujer como tú jamás podrías, pero hay otros lugares más secretos que sólo un hombre bien dotado puede conquistar. Uno de esos puntos que sí están científicamente comprobados, pero que tú tampoco podrás tocar jamás, es conocido hasta ahora como Punto A o Punto AFE (Anterior Fornix Erotic Zone).
Esta misteriosa zona del cuerpo femenino es, según las especulaciones de los sexólogos y ginecólogos, un lugar casi insondable de la vulva en el que algunas mujeres suertudas han podido reportar una sensibilidad extrema que sobrepasa el límite del vicio más emputecido.
Según varios estudios sobre resequedad vaginal, la causa de este problema no proviene de la mujer, sino de la falta de hombría de sus parejas. Sus maridos o compañeros no son lo suficientemente hombres para provocarles los necesarios estallidos hormonales de estrógenos que le permitan obtener una lubricación adecuada. Es la actitud del varón, la personalidad inflexible, la seguridad, la virilidad física y mental y un pollón de verdad, lo que las lleva a alcanzar el orgasmo por primera vez, o a experimentarlo con más intensidad que con sus débiles maridos sensibleros y micropénicos.
El misterioso punto A fue "descubierto" en 1989 por el médico malayo Chua Chee Ann, con una polla tan grande como su currículum, que tuvo a varias voluntarias a su entera disposición para ahondar a fondo en sus teorías.
Pero ¿dónde está ese inalcanzable punto A exactamente? Pues según la doctora húngara Ava Cadell, consejera sexual certificada y fundadora de Loveology, el punto A se encuentra en el interior de la vagina, entre el cuello uterino y la vejiga, es decir, en la parte más profunda de la cavidad vaginal. Un mundo que no es el tuyo, vaya.
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Según los expertos, follar como un hombre esta área, formada por un parche de tejido súper sensible, hará que la mujer se moje como una fregona y que llegue a gritar despropósitos como "soy tu puta barata, fóllame, fóllame por Dios, sin piedad". Supuestamente, un tío capaz de mantener una erección dura como una roca el tiempo necesario y continúe penetrando y penetrando despiadadamente este rincón secreto de forma correcta y prolongada, una y otra vez, provocaría varias oleadas de orgasmos de unos treinta segundos aproximadamente. Imagínate, cronometra. Treinta segundos sintiendo el burbujeo indecible de morir de puto gozo, y cuando ya crees que puedes respirar tranquila, esa polla te vuelve a friccionar tu estado hormonal y vuelves a correrte como una boba. Y otra vez, y otra vez, y otra.
Morirte de gusto. Gritando, suplicando, meándote.
Sentir la revelación de un sentido más profundo de la existencia.
Eres la puta de un macho y te corres sin parar, agradecida.
Así de simple.
Sentir que ese vacío que toda tu vida ha estado sin llenarse del todo, se sienta de pronto colmado.
Eso es lo que todas necesitamos.
No pedimos tanto.
Bueno, amorcito.
El Macho ya ha acabado de conmigo y, por cierto, estaba en mis días fértiles.
Así que si no quieres ser el papi de un bebé mulato,
ponte a lamer como loco ahora mismo y limpia todo lo que puedas.
Aunque estoy segura de que serías un padrazo. Tan buen padre como buen cornudo.
Ahora asume la verdad y vive con ello, perdedor.
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