Aprende cómo hacer un buen rimjob

Si tienes un amante especial es fundamental, para aumentar la carga erótica de la relación, que hagas con él cosas que jamás harías con tu esposo o novio. 
Una de esas cosas podría ser un rimjob, o lo que es lo mismo, un beso griego. O sea, lamer, besar y estimular el ano de tu amante.  





Al margen de lo que muchos piensan, 
no es una actividad exclusivamente practicada por homosexuales. 
Todos los hombres, incluso los más varoniles, se vuelven loco si le comes el culo debidamente. 

Aquí vamos a darte unos tips muy útiles para que ese semental tan especial con el que le pones los cuernos a tu marido o novio no se olvide jamás de ti y, lo más importante, 
que te conviertas en su puta favorita.

¡Toma nota! 

Es importante que comiences con caricias y lametazos suaves y cariñosos. 



Si eres de las lanzadas, puedes empezar de lleno propinándole una lamida contundente en la zona anal.
Esa impulsividad le resultará a tu hombre muy placentera
y de camino sabrá de antemano a qué atenerse.

Una forma más sútil y tal vez más excitante es mantener el pulso tensional. Comienza lamiendo y besando sus nalgas. Dile que tiene un culo que te vuelve loca. 

Seguidamente invade su sitio más secreto
con pequeñas penetraciones húmedas usando la punta de tu lengua húmeda.
Lo ideal es que acompañes esas pequeñas intromisiones desvergonzadas con un ronroneo felino.
Así le demuestras que aquello te pone tanto como a él.  


La combinación de besos y lenguetazos es fundamental para que tu macho se sienta deseado. 
Ponle amor a lo que haces, nena. 

Separa suavemente sus nalgas como si estuvieras abriendo un regalo precioso y único para ti. 
Es tu premio. Abrélo y saborea lentamente tu galardón.
Demuéstrale que te sientes afortunada por tener permiso para lamerle el culo. 

Aunque le estás mostrando lo puta y guarra que eres, intenta mantener la ilusión de inocencia en tus gestos. Lame como una niña lamería su golosina favorita. Sin prisas. No quieres que se te acabe nunca ese momento que llevas esperando tanto tiempo. Contempla durante un segundo lo que lames y vuelve a la acción. Suelta gemidos y suspiros aflautados, muy aniñada, y di lo rico que está. 

Una posición muy sexy es cuando el hombre se pone a cuatro patas y te expone su culo. 
Es una posición ideal para repasarle toda la zona perineal y anal con lameduras rítmicas y degustativas, como una perra complaciendo a su amo. 

 

No desatiendas su polla, por favor. Acuérdate de ampliar el recorrido de la lengüetada hasta el glande. 
Esa extensión de la chupada denota que eres una chica aplicada y eso les encanta a los tíos. 
No olvides de recordarle lo grande que la tiene. 

Es posible que llegado a este punto, tu hombre se vuelva muy machito y te considere una vulgar, sumisa y muy puta. Si te llama cosas como "puta lameculos", "zorra barata" o "perra comeortos" y te coge de la cabeza para obligarte a tragarte su culo con la boca llena, puedes sentirte afortunada.
¡Eso significa que lo estás haciendo genial!

Es el momento de dar lo mejor de ti. Dile que lleva razón, que no eres más que una puta vulgar y barata a quien se le hace la boca agua por culpa de ese culazo que tiene y lame,
lame como si se te fuera la vida en ello. 

Ahora aplícale lengüetazos rápidos y cortos. Tienes que mostrarle que estás desesperada,
como una gatita sedienta agradecida por poder al fin saciar su sed.
Puedes masturbarlo mientras tanto, es opcional. 



Las lamidas laterales son muy excitantes. 
Colócate de lado, así tu lengua atiende también su ano horizontalmente.

Pídele amablemente y siempre "por favor" que se cambie de posición. 
Recuerda que el macho te está haciendo un favor a ti por dejarte lamerlo de ese modo.

Hay hombres más acostumbrados a que le coman el culo que te pedirán que te quedes quietecita y ellos harán el movimiento vertical sobre tu lengua. 
Es una práctica muy humillante para ti y por lo tanto super sexy. 

Prueba a detenerte con rigor comerle el recto. Literalmente. Come. Combina pequeños mordiscos con lametazos y besos. Agita la cabeza como una vampiresa atacando a su presa. Eres adicta a ese culo.
¡Lo necesitas para sobrevivir!

Si notas que su ano palpita solicitante es que eres toda una profesional del rimjob.
No pares. ¡Esto es lo tuyo!

Pídele (siempre con educación) que se sienta sobre tu boca. 
Es una posición perfecta para que tu hombre se masturbe mientras tú le ensalivas el ano. 
Manten la boca pequeña y la lengua inquieta, explora, descubre, rebaña.

Conforme avences en el rimjob, insiste en las penetraciones linguales.

No te olvides de gemir mientras lo haces. 
¡Hazle ver que tú lo gozas más que él!

Azótale con ambas manos mientras lo devoras. 
La idea es transmitir impaciencia por abrevar tu viciosa obsesión.



Lame su culo, mastúrbalo y tócate tú mientras tanto. 
Y si lo haces en tu dormitorio matrimonial, será una experiencia inolvible. 

Ahora puedes ser un poco brusca. 
Eres una loba con un hambre voraz y tienes por fin el manjar en tu poder.

No te avergüences si te sientes una glotona. 
Es normal que le vayas cogiendo el gusto y que te vuelva loca ser tan puta. 

Eres una tragona, asúmelo.



Échale imaginación y proponle a tu hombre posiciones más exóticas para seguir la comilona.

Alternar arrebatos más en plan zampabollos con cuidados más delicados y cariñosos es la clave para convertirte en una experta del rimjob.

Relame con movimientos que capturen la inocencia propia de una inexperta. 

Y seguidamente, sin dar tregua, libea y chupetea su ojete con devota atención.

Ahora lame como si le estuvieras limpiando culo. 
Sé preserverante, cuidadosa y esmerada.
¡Tu tarea es déjalarlo reluciente!

En momentos puntuales, tu hombre sufrirá un subidón de hombría
y te denigrará con expresiones y gestos machistas. 
¡Disfruta de esos momentos!

La posición de tus manos es muy importante. 
Si las colocas sobre sus nalgas incrementas la sensación de afanosidad en tu lamida.

Y recuerda que las lengüetadas muy rápidas y cortas provocan una riada de placer casi insoportable.



Vuélveta ahora hacia el otro lado. De lateral. Esa parte aún no la has salivado bien. 

Tú bocarriba, él encima de tu cara. Un poco de lado, como si tu lengua no fuera más que una fuente de placer permantente que él puede usar a su antojo, y
tú perdiendo la cabeza por humedecerle hasta los esfínteres.

Presta atención al rafe perineal. Babéalo con cosquilleante insistencia. 

Deja que te use y que te diga lo que quiera. 
Seguramente ya tendrás el coño chorreando por todo el puteferio que has montado. 

Busca una posición para mantener el contacto visual con tu hombre. 
Así le dices, "mírame lo entregada que me tienes". 

Repasa el rafe perineal y escrotal una y otra vez, una y otra vez mientras emites gemidos atildados, muy orgásmicos. Eso los vuelve locos. 

Ahora ya cálmate y baja el ritmo. Besa ese culo con toda tu alma. Deja que la saliva te una a ese ano. 
Es el momento de decirle que esto jamás se lo harías a tu marido porque él no es tan hombre. 

Mientras sigues lamiendo (podrías estar toda la vida haciéndolo, lo sé) le dices que él es mucho más varonil, mejor follador, más hombre, más todo que tu marido. Es importante ponerlo en un pedestal. Que sepa que él manda y que tu marido es un cornudo inútil. 


La clave está, recuérdalo siempre, que tú eres la afortunada y que él te está permitiendo lamer su señor culo porque es así de benévolo contigo.


Llegado este punto, puedes hacerle una mamada mientras le metes un dedo por el culo. 




Métele dos dedos hasta el fondo y frota con las yemas de los dedos igual que cuando te buscan el punto G. Es importante que tengas en todo momento su polla en la boca para no comprometer su masculinidad en ningún momento. 

Otro dedo y masajea su próstata mientras le meneas la polla lentamente. 
Susúrrale cosas como: 
"Qué pollón tienes. Es tan grande. La tienes mucho más grande que el maricón de mi marido."

Notarás que su polla palpita en tu boca a punto de estallar. Ahora es muy importante que le pidas que se corra en tu boca. Ha sido la herramientas que has usado para darle placer y ahora él tiene que dominar, como buen macho que es, esa parte tuya que le has regalado con tanto fervor.  

Da igual si se viene arriba y te trata como a un recipiente, 

si le sigues haciendo una mamada como si se hubiera aprovechado de tu inocencia y se ha corrido en tu boca sin avisarte o

si clavas las rodillas suplicantes, abres la boca obedientemente y glotoneas la supremacía del semen como la deseada gratificación por todo tu consagración a tu macho. 

Sigue estos consejos y marcarás la diferencia. 
Muchas dicen ser putas, pero sólo unas pocas son expertas viciosas.


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